Domingo, 24 Enero 2016 21:13
En entrevista exclusiva para La
Iguana.TV, realizada por el periodista Clodovaldo Hernández, el
farmacéutico, profesor universitario y especialista en propiedad
intelectual Eduardo Samán (Caracas, 1964), hizo un análisis del sector
de los medicamentos en el país, revisando los problemas que se suman en
el sector público y en el privado.
La conversación se realizó en el cultivo
organopónico de Bellas Artes, donde Samán adelanta un proyecto de
siembra de plantas medicinales. Durante el diálogo, el ex ministro de
Comercio, expresidente del Instituto para la Defensa de las Personas en
el Acceso a Bienes y Servicios (Indepabis), expresó ideas como las
siguientes:
No estoy de acuerdo con quienes hablan
de una emergencia humanitaria en materia de medicamentos. Si la
emergencia humanitaria sirviera para algo, uno podría decir que está de
acuerdo. Pero para lo único que sirve es para que “humanitariamente te
invadan”.
En el campo de los medicamentos es importante la disponibilidad, la accesabilidad y el uso racional.
Los medios de comunicación opositores ya
comenzaron a manipular las palabras de la ministra del Poder Popular
para la Salud, Luisana Melo, que es una revolucionaria integral.
Primero que nada, en lo que respecta al
sector público, el problema está en la distribución del presupuesto
destinado a la compra de medicamentos. No hay una buena planificación en
la compra. Se adquiere mayor cantidad de la que se necesita y, para
colmo, los médicos no los prescriben porque están influidos por la
propaganda de las transnacionales.
Los medicamentos traídos por convenios con otros países muchas veces no son aprobados por el ente regulador, que está muy influenciado por las grandes transnacionales del sector, y entonces los productos se quedan en los puertos o en los almacenes, se vencen y no se usan.
La distribución está atrofiada, el sistema logístico es muy débil. Los productos pasan meses en los contendores, en los puertos. No llegan oportunamente a los centros de distribución y cuando lo hacen, muchos ya están vencidos.
El Instituto Nacional de Higiene, que debe autorizar todos los medicamentos, es extremadamente exigente con cualquier producto que no sea de una transnacional. Si tu traes un medicamento que no sea de la empresa tal o no-sé-cual, hay altas probabilidades de que te lo raspen.
Los diputados opositores son operadores de las transnacionales. Ya aparecieron dos en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, abogando por importaciones de ciertos rubros de alto costo.
Las regulaciones de precios no se modifican desde hace doce o trece años. Son productos que cuestan dos o cinco bolívares y sabemos que ese es un precio irreal. Ni siquiera la caja del producto se cubre con eso. Sería importante sincerar esa regulación.
Debemos derogar toda esa legislación antidrogas porque solo sirve para tener las cárceles llenas de pobres, por tráfico y microtráfico, y para enriquecer a las transnacionales de la farmacia, que tienen el monopolio de la producción y procesamiento de plantas como la amapola y la marihuana.
En Venezuela se podría producir insulina con el páncreas de los 50 mil cerdos que sacrifica mensualmente la Federación Porcina. Pero, ¿te imaginas lo que pasaría si yo llegara con esa insulina al Instituto Nacional de Higiene? Pues que, como soy chavista, me sacarían a patadas y seguro que los medios de comunicación intentarían ridiculizar la idea diciendo que esa insulina es algo que viene del cochino.
A continuación, la entrevista completa:
-Algunos sectores e individualidades
afirman que en materia de medicamentos estamos en una situación de
emergencia humanitaria. ¿Usted está de acuerdo?
-Si la emergencia humanitaria sirviera
para algo, uno podría decir que está de acuerdo. Pero para lo único que
sirve es para que “humanitariamente te invadan”, de manera que no estoy
de acuerdo. El problema de los medicamentos tiene varios niveles: uno es
el de la disponibilidad, es decir, que el producto debe estar en las
farmacias, que exista físicamente, ya sea porque lo fabricaron acá o
porque lo importaron, pero que esté disponible para el púbico; el otro
nivel es el de la accesabilidad, o sea, que debe estar a un precio que
la gente pueda pagar; el tercer nivel es el uso racional, que se le dé
el uso adecuado al medicamento, que no se prescriba en exceso. Un
estudio hecho por dos científicos franceses, uno de izquierda y otro de
derecha, determinó que de cuatro mil productos que estaban disponibles
en el mercado farmacéutico francés, el 50% era inútil, no servía para
nada. Yo creo que con el problema de escasez que tenemos en la
actualidad en Venezuela, mucha gente debe haber arribado a la misma
conclusión.
-¿…Porque dejaron de tomar el medicamento y no les pasó nada?
-Sí, no les ha pasado nada, no se han
muerto ni se han enfermado más. Y no son pocos casos, son bastantes. A
este tema fue que se refirió la ministra del Poder Popular para la Salud
(Luisana Melo), cuando habló de racionalizar la prescripción. Los
medios manipularon sus afirmaciones y empezaron a decir que ella había
dicho que esa era la causa de la escasez. Están haciendo fiesta ahorita
con esas declaraciones de la ministra, que es una revolucionaria
integral.
-Puntualmente, ¿dónde está el nudo de
este problema?, ¿por qué la gente va a las farmacias y no consigue los
medicamentos para las enfermedades más graves y comunes?
-Primero que nada, en lo que respecta
al sector público, el problema está en la distribución del presupuesto
destinado a la compra de medicamentos. Según los datos de la Memoria y
Cuenta del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales de 2014 (la de
2015 fue entregada a la Asamblea Nacional, pero nadie más tiene acceso a
esa información, denuncia el entrevistado), entre 2009 y 2014, se
invirtieron entre mil millones y mil quinientos millones de dólares
anuales para atender a los pacientes que necesitan medicamentos de alto
costo (cáncer, artritis, psoriasis, psicosis, insumos para diálisis,
entre otros). Para el resto de los medicamentos del IVSS, sólo se
invirtieron entre 200 y 250 millones de dólares. En el Ministerio de
Salud también se hace una fuerte inversión en medicamentos de alto
costo, en ese caso para el VIH, mientras los productos más comunes se
traen al país por la vía de los convenios que se tienen con naciones
como Argentina, Brasil e, incluso, algunos que son adversarios
políticos, como España. Pero, esos medicamentos traídos por convenio
muchas veces no son aprobados por el ente regulador, que está muy
influenciado por las grandes transnacionales del sector, y entonces, los
productos se quedan en los puertos o en los almacenes, se vencen y no
se usan. Entonces, hay un desbalance entre lo que se invierte en
medicamentos de alto costo y el resto de los productos, con el agravante
de que los médicos serios, no influenciados por las transnacionales,
tienen dudas sobre la eficacia de muchos de esos medicamentos de alto
costo.
-¿Podría explicar un poco más eso del ente regulador?
-Bueno, resulta que el Instituto
Nacional de Higiene, que debe autorizar todos los medicamentos, es
extremadamente exigente con cualquier producto que no sea de una
transnacional. Si tu traes un medicamento que no sea de la empresa tal o
no-sé-cual, hay altas probabilidades de que te lo raspen. Eso puede
hacerlo un analista peorro, y me perdonan la “ramos-allupada”(expresión
del estilo de Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional),
puede dictaminar que un medicamento no sirve y dejar desabastecida a
toda una población de pacientes que lo requieren. Eso se acaba de ver
con la digoxina, que es una medicina para los infartados. Como no había
en los hospitales y farmacias, trajeron un lote de El Salvador, mediante
el convenio petrolero, pero al producto lo rasparon porque no lo
avalaba una gran transnacional… y la gente muriéndose por problemas
cardíacos. Por cierto, ese producto se obtiene de una planta que se
llama Digitalis purpurea, que deberíamos estar sembrándola aquí para
extraer la droga, pero no lo hacemos.
-¿El problema del alto costo de las medicinas es exclusivo de Venezuela?
-En absoluto, es de todos los países.
Por eso, ese tema está en el debate político de Estados Unidos. La
precandidata presidencial Hilary Clinton acaba de dar unas declaraciones
contra los laboratorios por los precios injustificados que están
asfixiando al sistema de salud de EEUU. Esas discusiones se han dado ya
en muchos países, entre ellos en Uruguay, donde el presidente, Tabaré
Vázquez, es médico. El problema es que en todas partes hay políticos que
defienden los intereses de esas transnacionales. Sin ir muy lejos, esta
semana se iba a discutir el tema en la Asamblea Nacional, pero el
debate se difirió. Casualmente aparecieron en el IVSS dos diputados de
la oposición abogando por los laboratorios que venden productos de alto
costo, alegando que hay que evitar el desabastecimiento de ciertos
rubros, como los antihemofílicos. Lo curioso es que la presión es para
que se importe este tipo de medicamentos, no para que se reactive la
planta de Quimbiotec (dependiente del Ministerio de Educación Superior,
Ciencia y Tecnología), que está paralizada por falta de materias primas
desde el año pasado. Es algo que llama la atención porque se supone que
uno de los lemas de la oposición es restablecer la producción de la
industria nacional. Los diputados opositores son operadores de las
transnacionales.
-¿Qué sucede con los medicamentos de la Misión Barrio Adentro?
-Esos se traen al país por otra vía,
diferente a la del Ministerio de Salud y a la del IVSS. Son los del
convenio con Cuba, aunque se fabrican en realidad en India, China,
Vietnam. No hay una buena planificación en la compra. Se adquiere mayor
cantidad de la que se necesita y, para colmo, los médicos no los
prescriben porque están influidos por la propaganda de las
transnacionales. Muchos de esos medicamentos se vencen en manos del
Estado. Aparte de esos tres entes, también hay gobernaciones y alcaldías
que compran medicamentos. Hay una desbandada, no hay una política
nacional para esa materia. Estamos bailando al ritmo que nos tocan las
multinacionales.
-También se han denunciado problemas en la distribución de los medicamentos a los hospitales y otros centros de salud, ¿es así?
-La distribución está atrofiada, el
sistema logístico es muy débil. Los productos pasan meses en los
contendores, en los puertos. No llegan oportunamente a los centros de
distribución y cuando lo hacen, muchos ya están vencidos.
-¿Qué pasa con el sector privado, los fabricantes e importadores que tienen operaciones en Venezuela?
-Nuestra industria farmacéutica siempre
ha sido dependiente, de ensamblaje o empaquetado, como todas las demás
que nos vinieron de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.
Pero a partir de 1989, con la caída del bloque soviético, el
capitalismo hegemónico resolvió concentrar su producción en algunos
países y desde allí abastecer a otros. En el caso nuestro, a través de
la Comunidad Andina de Naciones, que es una creación de Estados Unidos,
decidieron que la industria farmacéutica se concentraría en Colombia,
porque allá la oligarquía es más permisiva con las leyes laborales.
Entonces, todas las industrias que teníamos acá se fueron para Colombia,
con excepción de tres laboratorios que tienen una actividad simbólica.
Pfizer, por ejemplo, tiene una planta de 300 trabajadores que se dedican
a fabricar Atamel. En sus mejores momentos, llegan a fabricar cuatro
medicamentos, pero esa es una empresa que tiene un catálogo de 400
rubros, o sea que importan 396. Hay que darles los dólares para que
importen esos productos y también para que traigan la materia prima de
los cuatro que fabrican. Bayer tiene la misma planta desde hace 70 años y
la mantiene con 170 trabajadores. Sanofi-Aventis, que ahora se llama
Sanofi nada más, abrió en 2000 una planta también simbólica que apenas
tiene 60 trabajadores. Es curioso, pero la más grande del sector es la
de Laboratorios Leti, que es nacional y tiene una planta con 2000
trabajadores. Es la única que sobrevive porque otros laboratorios
nacionales hace tiempo que vendieron sus plantas a empresas argentinas,
chilenas y colombianas. En resumen, no hay una producción nacional
significativa.
-¿El Estado les compra a los laboratorios que fabrican en Venezuela?
-La mayoría de las licitaciones quedan
desiertas porque para las empresas no es buen negocio vender productos
regulados. Esas regulaciones no se modifican desde hace doce o trece
años. Son productos que cuestan dos o cinco bolívares y sabemos que ese
es un precio irreal. Ni siquiera la caja del producto se cubre con eso.
Cuando el Estado compra, por normas legales, debe privilegiar los
productos genéricos, los regulados y los laboratorios no se interesan en
participar en las licitaciones. Sería importante sincerar esa
regulación. Eso no va a impactar la regulación, por el contrario,
favorecerá al público porque se conseguirán los productos a un precio
razonable. Claro que tendrá su costo político, porque los medios no van a
decir que el producto que costaba dos bolívares ahora cuesta 20, que es
todavía bastante barato, sino dirán que aumentó mil por ciento. También
sería una buena medida ofrecerles a los laboratorios nacionales un
precio en bolívares equivalente al que se paga en dólares por las
importaciones. De esa manera se incentiva la producción nacional y se
evita el pago en divisas.
-¿El nuevo modelo de
farmacia-supermercado también influye en el problema del alto costo y de
la escasez o estas dificultades se presentan a pesar de ese modelo?
-Sí influye. Ese modelo es fruto del
voraz crecimiento del capitalismo. Tiene que ver con patrones de
consumo. En Chile, por ejemplo, tres cadenas farmacéuticas controlan 90%
del mercado, que además se cartelizan, y por eso, ese país tiene los
medicamentos más caros de América Latina en cuanto a precios de venta al
público. Nuestro problema no es ése en este momento, pues aunque hay
varias cadenas de estas farmacias-supermercado, sigue habiendo muchas
farmacias independientes. En México ya no hay, en Estados Unidos
desaparecieron hace mucho tiempo. En Grecia, una de las exigencias de la
Troika europea es que se cambie el modelo de farmacias para que entren
las cadenas transnacionales.
-Ya que estamos acá, en el cultivo
organopónico de Bellas Artes, le pregunto: ¿son los medicamentos
naturales una alternativa a los medicamentos industriales?
-No es que sean la alternativa, es que
son el origen de todos esos productos que se venden como fruto de la
alta tecnología, son la esencia de todos los medicamentos. Todos los
medicamentos son de origen mineral, vegetal o animal. Por ejemplo de
origen mineral son la leche de magnesia, el bicarbonato, la sal de
higuera, el carbonato de litio, el ácido bórico, hasta el arsénico, que
es un veneno, pero en ciertas dosis es anticancerígeno. Los medicamentos
de origen mineral son el gran acervo europeo, pero las trasnacionales
los han descontinuado porque los puede fabricar cualquiera y a ellos les
interesa es vender medicamentos que solo puedan fabricar ellos, con su
tecnología. En el continente americano, las civilizaciones aborígenes
eran muy avanzadas en la medicina de origen vegetal. Con ellos ha pasado
lo mismo: las empresas han ido eliminando los medicamentos basados en
la fórmula natural para privilegiar los de origen sintético, porque son
los que tienen patente y allí está el negocio. Es el caso del ácido
salicílico, que tiene efectos analgésicos y antipiréticos y se consigue
en la corteza del sauce. La Bayer le agregó ácido acético para crear el
ácido acetilsalicílico. El efecto lo hace el ácido salicílico, pero el
otro, que es simple vinagre, le ha servido a la industria para patentar
la aspirina. Y en lo que se refiere a las de origen animal, tenemos las
hormonas, los derivados sanguíneos, la insulina. Hasta 1990, la insulina
se obtenía del páncreas del cerdo o del ganado bovino. A partir de
entonces se impuso la insulina obtenida por biotecnología y eso ha
significado que la vida de los diabéticos en todo el mundo está en manos
de tres corporaciones: la danesa Novo Nordisk, la francesa
Sanofi-Aventi y la estadounidense Eli Lilly.
-¿En Venezuela podría fabricarse insulina por el método antiguo?
-¡Claro que sí! Tú me pones a mí a
trabajar con los páncreas de los 50 mil cerdos que la Federación Porcina
sacrifica al mes, y saco insulina por cantidades y también un
medicamento similar al Pankresoil. Y eso se hace con una tecnología muy
sencilla, probada desde los años 40. Pero, ¿te imaginas lo que pasaría
si yo llegara con esa insulina al Instituto Nacional de Higiene? Pues
que, como soy chavista, me sacarían a patadas y seguro que los medios de
comunicación intentarían ridiculizar la idea diciendo que esa insulina
es algo que viene del cochino.
-Entiendo que muchos medicamentos proceden de plantas que son prohibidas porque también dan origen a estupefacientes ilegales…
-Los países industrializados controlan
la producción de ciertas plantas fundamentales para el sector
farmacéutico, como la amapola. En Australia y España hay siembras
legales, que les permiten a las transnacionales monopolizar la
producción de morfina y sus derivados, incluyendo antihipertensivos como
la nifedipina. A nosotros no nos permiten sembrar amapola porque es
materia prima para las drogas ilegales y por eso nuestros pacientes
oncológicos tienen que mendigar la morfina. Lo mismo pasa con la
marihuana, cuyos componentes son muy importantes en el tratamiento de
varias enfermedades. Actualmente hay un movimiento en varios países para
despenalizarla, pero eso ha sido así porque un sector de las
transnacionales farmacéuticas se está interesando en producir
medicamentos con los componentes del cannabis. A mí me gustaría que me
dejaran sembrar una mata de marihuana, aunque yo no fumo ni marihuana ni
cigarrillo, pero sé que el aceite del cannabis me serviría para tratar
el dolor crónico que tengo en una rodilla por un accidente de moto. Sin
embargo, no puedo hacerlo porque es ilegal. Yo creo que debemos derogar
toda esa legislación antidrogas porque solo sirve para tener las
cárceles llenas de pobres, por tráfico y microtráfico, y para enriquecer
a las transnacionales de la farmacia, que tienen el monopolio de la
producción y procesamiento de plantas como la amapola y la marihuana.
Fuente: laiguana
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